Con rumbo al bicentenario...¿de qué?

Septiembre arranca con los desfiles y toda su parafernalia, el comercio promueve ofertas de independencia y los medios de comunicación desempolvan temas históricos e identitarios, el azul y blanco se luce en los espacios públicos y los padres de familia —cual viacrucis— padecemos la ineludible labor de acompañar a nuestros hijos en la tarea de memorizar oraciones, fechas, nombres y símbolos para demostrar que son buenos patriotas con valores cívicos.

Pero este septiembre tiene una particularidad y es que estamos cada vez más cerca del bicentenario. El 15 de septiembre de 2021 se cumplirán doscientos años desde esa efeméride sobre la que aún se discuten temas que involucran el supuesto toque de una campana, la supuesta abolición de la esclavitud y la presencia/invisibilización de ciertos actores y, sobre todo, actrices de los acontecimientos, entre otros aspectos.
Además, si recuerdan, ya celebramos uno: el bicentenario del llamado Primer Grito de Independencia, en 2011. Eso, por cierto, debe hacernos reconocer que pasamos por alto el bicentenario de 2014, con el que se habría conmemorado los acontecimientos del segundo levantamiento (o grito), sobre el que muy poco se habla: una revuelta que se suma a la efervescencia de la época y que llevó al exilio a Pedro Pablo Castillo, una emblemática figura de entonces, cuyos restos descansan en Jamaica desde que murió tan solo unos años después (1817) y sin haber podido reincorporarse a la vida política de la antigua provincia sansalvadoreña ni a la de ninguna de las provincias de esta región unida a lo largo del siglo decimonónico por conflictos, levantamientos y guerras. 

Esos y otros aspectos, que van más allá de nombres y fechas, son tratados por los miembros de la Academia Salvadoreña de la Historia, quienes arrancaron ayer, 13 de septiembre, con una serie de coloquios que se desarrollan bajo el tema "En ruta al bicentenario".
En un esfuerzo por revisar, reflexionar y reinterpretar los hechos que conducen hasta la vida republicana de la región centroamericana, los historiadores llevarán a cabo distintas ponencias que nos permitirán entender cómo la separación del regimen monárquico español es el resultado de una serie de elementos, algunos internos, otros externos, y no solamente de personajes a los que la historia de bronce (esa versión oficial de los acontecimientos) nos pinta como si fueran una mezcla de superhéroes y santos, que los divide en buenos y malos (generando tantas dudas, como por ejemplo por qué esos mismos caudillos inmortalizados en esculturas murieron fusilados o en la extrema pobreza), pero sobre todo que no ayuda a evidenciar el proceso detrás de todo el acontecimiento.

En la sesión de arranque, Eugenia López, Sajid Herrera y Roberto Turcios nos dejaron claros esos aspectos y surgió la duda: ¿qué conmemoramos entonces el 15 de septiembre? ¿por qué no celebramos también la Declaración de Independencia Absoluta de Centroamérica? La respuesta fue simple: no se trata de fechas sino del espíritu detrás de todo ese proceso que arrancó a inicios del siglo 19 y que se fue construyendo en los primeros años de la vida republicana, esa que coqueteó con un ideario unionista, el cual deberíamos seguir reflexionando, junto con el reconocimiento no de una sino de muchas identidades.

En ese sentido, conmemoramos una fecha en medio de muchas otras fechas, pero lo que deberíamos es celebrar el surgimiento de ideas liberales y el nacimiento de un proyecto, todavía inacabado, de nación y que aún demanda la participación activa de las y los ciudadanos.









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