PREMIO DE CULTURA 2006

Desde el anuncio de la categoría para el Premio Nacional de Cultura 2006, el galardón ofrecía ser un regalo para las comunidades.
Así, el gran día llegó y el premio fue entregado a la Cofradía de Santo Domingo, en Sonsonate.
El año pasado, trabajé el tema de las cofradías para la serie radiofónica ADN Cultural y encontré en “Etnografía de El Salvador”, del investigador Santiago Montes, que esta manifestación cultural parece remontarse a la Europa Medieval del siglo nueve y su carácter, más popular o no, tiene mucho que ver con el lugar en el que se desarrollan. Por ello, pese a que suele señalarse a las cofradías como ejemplo del sincretismo religioso, cabe señalar que éstas tienen una relación históricamente problemática con la iglesia, pues como lo demuestran algunas investigaciones (como las realizadas por el licenciado Carlos Lara Martínez), las cofradías poseen un grado considerable de autonomía que si bien no llega a una ruptura, tampoco es parte del culto oficial.
No recuerdo cuando fue la última vez que se le entregara el premio a una institución, pero en este caso, es más que eso, pues la cofradía representa a una comunidad y el mensaje para ellos es de apoyo a una manifestación que la misma iglesia, en la mayoria de casos, ha abandonado. Si subsisten es gracias al empeño de sus miembros, quienes han mantenido vivos, han rescatado o copiado bailes tradicionales de los lugares en donde aún se preserva la tradición.
Por eso, me dio mucho gusto escuchar al mayordomo Ramos Garcia (y lo transcribo textual) cuando dijo: "¿cuántos mayordomos habrán pasado desde entonces hasta hoy? Dios lo sabe, pues a todos ellos y a todo el pueblo católico amante de las tradiciones culturales y religiosas, y a todos los nahuablantes de nuestro pueblo, dedico con alegria este reconocimiento. Estamos seguros que lo usaremos para seguir promoviendo nuestras cofradias y, con ella, la cultura y tradiciones religiosas".
Es posible que como expresión del sincretismo religioso, las cofradías ya no tengan validez nacional, pero sí en lo local y eso la vuelve igualmente valedera no sólo para la comunidad que le da vida, sino para el país que las posee, pues son muestra viviente de la amplia fuente multicultural que nos alimenta.

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